Todos tenemos diferentes personalidades, formas de actuar y relacionarnos sin olvidar el modo de gestionar y expresar las emociones que sentimos todo esto está relacionados con el tipo de apego que se ha desarrollado en nuestra infancia entre nuestros padres, por ello en esta nota hablaremos de qué es el apego, qué tipos hay basados en la teoría de John Bowlby, qué implicaciones tienen en la vida y cuáles son los comportamientos de cada estilo de apego así cómo influyen en las relaciones interpersonales.
Iniciemos por definir que es el apego. Este es un vínculo afectivo que se establece desde los primeros momentos de vida entre la madre y el recién nacido o la persona que está encargada de su cuidado lo cual asegura el cuidado, el desarrollo psicológico y la formación de la personalidad
Establecer el apego desde la infancia más temprana está relacionada principalmente con dos sistemas: el sistema exploratorio, el cual permite al bebé contactar con el ambiente físico a través de los sentidos; y el sistema afiliativo, mediante el cual los bebes contactan con otras personas. El primer año de vida del bebé es el más importante, ya que, se establece un vínculo de apego con la persona con quien tiene más contacto y aparece el miedo ante los desconocidos.
El apego es el que se encarga de darnos seguridad de pequeños en situaciones de peligro, además el apego seguro permite a los niños explorar, conocer el mundo y relacionarse con otros con la tranquilidad de sentir que la persona con quien se ha vinculado va a estar allí para protegerlo. Cuando esto no pasa, los miedos e inseguridades influyen en el modo de ver el mundo y de relacionarse.
Según López (2009), el apego se compone de tres componentes que son: la construcción mental que permite establecer la relación de pertenencia e incondicionalidad, la unión afectiva que proporciona sentimientos de alegría y bienestar, y el sistema de conductas de apego focalizado en mantener un contacto privilegiado.
John Bowlby, psiquiatra y psicoanalista infantil, retoma los trabajos de la psicóloga estadounidense Mary Ainsworth, con la que había trabajado donde Ainsworth observó distintas interacciones entre madres e hijos bajo un procedimiento estandarizado que se conoce como la Situación Extraña.
Bowlby después de realizar varios estudios con niños institucionalizados por robo, y con niños que habían sido separados de sus madres a edades tempranas, concluyó que la capacidad de resiliencia de los menores estaba influenciada por el vínculo formado en los primeros años de vida. Eso quiere decir que, el tipo de relación que se establece entre el bebé de pocos meses y su cuidador es determinante en la conducta y desarrollo emocional a futuro. El estilo de apego establecido durante la infancia puede ser visible en los miedos o inseguridades del adulto, y en la manera en que los afrontamos
Los 4 tipos de apego
1. Apego seguro
Este se caracteriza por la incondicionalidad, lo que quiere decir que el niño sabe que su cuidador no va a fallarle. Este se siente querido, aceptado y valorado. Este tipo de apego depende en gran medida de la constancia del cuidador en proporcionar cuidados y seguridad. Debe ser una persona atenta y preocupada por comunicarse con el recién nacido, no sólo interesada en cubrir las necesidades de limpieza y alimentación del bebé. Un inconveniente es que esto requiere una entrega casi total de parte del cuidador, lo cual puede resultar complicado para algunas personas.
No se les dificulta unirse íntimamente a las personas y no les provoca miedo el abandono lo que significa que pueden llevar una vida adulta independiente, sin prescindir de sus relaciones interpersonales y los vínculos afectivos
2. Apego ansioso y ambivalente
Los niños con apego seguro manifiestan comportamientos activos, donde interactúan de manera confiada con su entorno y hay buena sintonía emocional entre el niño y la figura con la que vincula el apego
En psicología, “ambivalente” significa expresar emociones o sentimientos contrapuestos, lo cual, puede generar angustia. En el caso de un apego ansioso-ambivalente el niño no confía en sus cuidadores y tiene una sensación de inseguridad, sus cuidadores están y otras veces no están, lo constante en los cuidadores es la inconsistencia en las conductas de cuidado y seguridad
Las emociones más frecuentes en este tipo de apego son miedo y angustia ante las separaciones, así como dificultad para calmarse cuando el cuidador vuelve. Los niños necesitan la aprobación de los cuidadores y vigilan de manera permanente que no les abandonen. Exploran su entorno de manera poco relajada y procurando no alejarse demasiado de la figura de apego.
De adultos, el apego ansioso-ambivalente genera una sensación de temor a que su pareja no los ame o no los desee realmente. Se les dificulta interaccionar de la manera que les gustaría con las personas, ya que esperan recibir más intimidad o vinculación de la que dan.
3. Apego evitativo
Los niños con un apego evitativo dan por hecho que no pueden contar con sus cuidadores, lo que les provoca sufrimiento. Esto se conoce como “evitativo” porque los bebés presentan distintas conductas de distanciamiento.
La constante, han sido conductas de sus cuidadores que no han generado suficiente seguridad, el niño desarrolla una autosuficiencia compulsiva con preferencia por el distanciamiento emocional.
Pero ojo, la despreocupación por la separación puede confundirse con seguridad, estudios han mostrado que en realidad estos niños presentan signos fisiológicos asociados al estrés, cuya activación perdura por más tiempo que los niños con un apego seguro. Estos niños viven sintiéndose poco queridos y valorados; muchas veces no expresan ni entienden las emociones de los demás y por lo mismo evitan las relaciones de intimidad.
De adultos, se producen sentimientos de rechazo de la intimidad con otros y de dificultades de relación
4. Apego desorganizado
Este es una mezcla entre el apego ansioso y el evitativo en que el niño presenta comportamientos contradictorios e inadecuados. Hay quienes lo traducen en una carencia total de apego.
Los cuidadores han tenido conductas inseguras. Se trata del extremo contrario al apego seguro. Casos de abandono temprano, cuya consecuencia en el niño es la pérdida de confianza en su cuidador, e incluso puede sentir constantemente miedo hacia ésta.
Los niños tienen tendencia a conductas explosivas, destrucción de juguetes, reacciones impulsivas, así como grandes dificultades para entenderse con sus cuidadores y con otras personas.
Evitan la intimidad, no han encontrado una forma de gestionar las emociones que esto les provoca, por lo que se genera un desbordamiento de emociones y de carácter negativo que impide la expresión de las emociones positivas.
De adultos suelen ser personas con alta carga de frustración e ira, no se sienten queridas y parece que rechacen las relaciones. En otros casos, este tipo de apego en adultos puede encontrarse en el fondo de las relaciones conflictivas constantes.
¿Podemos cambiar nuestro estilo de apego?
La respuesta es sí, el apego no se mantiene en la misma medida en todas las personas a medida que el desarrollo progresa. Cabe mencionar que el comportamiento de todo individuo en una relación se ve alterado por la conducta del otro. Las relaciones de amistad, laborales y de pareja también influyen en el tipo de apego y el rol que se tiene con las nuevas figuras de apego.
Hoy en día existen diversos factores psicosociales que tienen consecuencias importantes en la formación de vínculos primarios. Esto nos deja ver que la tarea de formar estilos de apegos seguros compete a distintas personas, no sólo a las madres, los padres o las figuras vinculares cercanas.
Siempre podemos mejorar como personas y trabajar en el tipo de apego que generamos en nuestro desarrollo. Ya sabe ¿cuál es el tuyo? Recuerda que con la ayuda de un especialista puedes apoyarte para descubrirlo y trabajar en esos miedos y obstáculos a los que te enfrentas día a día.
Bowlby, J. (1977). The making and breaking of affectional bonds. The British Journal of Psychiatry, 130(3): 201-210.
López, F. (2009). Amores y desamores: procesos de vinculación y desvinculación sexuales y afectivos. Madrid: Biblioteca Nueva.